La aplicación, creada en Nueva York por una pequeña start-up fundada por Hoan Ton-That. Como ya ha sucedido en otras ocasiones con otras herramientas similares, además de que vulnera claramente la privacidad, nunca podremos saber claramente en manos de quién puede ir a parar una herramienta que puede ser vendida a cualquiera.
Resulta, por lo menos paradójico, que mientras en la UE se intenta poner coto a las aplicaciones de reconocimiento facial en la vía pública, por los errores que se producen en la detección en países como Estados Unidos se salten todas las normas.
Seguiremos este caso atentamente. Como siempre, el problema no es la tecnología, sino el uso que se hace de ella.
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Iglesias brasileñas adquieren tecnología de reconocimiento facial para controlar la asistencia y las emociones de sus fieles
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